Conocí a Arnaldo Roche en la Escuela de arte Luchetti. Fué un gigante desde esos días. Trabajaba incansablemente. Prefería quedarse en el salón pintando que tomar la hora de almuerzo. Nuestro maestro era Lope Max Diaz, un profesor muy bueno y sensible que se lo permitía.
Años después nos encontramos en una fiesta en Boston. Después del abrazo, continuamos la conversación como si hubieramos reconectado y viajado en el tiempo a cuando eramos estudiantes de ese gran profesor y amigo.
Hace un tiempo recibí una invitación de Lope Max para una exposición de ambos aquí en Puerto Rico. Lamenté no ir. Estabamos de viaje. Pensé que habría otra oportunidad y no ocurrió.
Nunca supe que estaba enfermo. Siempre disfruté mucho su obra, la que tuve la fortuna de verse formando en su genesis en aquel salón de Lope Max.
Así es la vida. Tan rápida que se nos escapan los momentos importantes por estar atendiendo siempre lo urgente.
A Arnaldo lo recordaré vivo y sonriente. a Lope Max un abrazo, que sé que le duele esto.
k